Lo primero fue el kiosko de la Plaza de Armas, buscando una buena composición para después tomar una foto análoga.
A un costado de la plaza, había una exhibición de autos.
Algunos antiguos, otros no tanto, pero todos bien cuidados o compartiendo el disfraz con sus propietarios.
Al otro costado de la plaza, estaban unos niños tocando instrumentos hechos con materiales reciclados.
Me metí a una tienda para esperar a que bajara el sol. Me tardé tanto que cuando salí ¡ya estaba lloviendo!
La exposición de coches se diluyó con la lluvia. Los vendedores de paraguas y ponchos aparecieron de la nada entre la gente que estaba refugiada bajo los portales.
¿Y yo? Pues a lo que iba ¡a tomar fotos!