martes, 11 de marzo de 2008

Fotos prohibidas

El otro día estaba acomodando fotos en mi álbum y, al terminar, me puse a verlo todo. Todas las fotos en las que no salgo yo, fueron tomadas por mí. Excepto unas que tengo al final que no tomé yo ni fueron tomadas cuando estuve en ese lugar y de alguna manera siento que no me pertenecen.

Entre estas fotos está una del famoso templo de San Juan Chamula, Chiapas. Ese lugar es único. Alguna vez estuve ahí pero no tomé fotos. Al entrar, te dice el vigilante que guardes las cámaras, pues está prohibido usarlas. Por fuera parece un templo católico pero por dentro no. Para empezar, no hay bancas. Las imágenes de santos, están pegadas a la paredes laterales, volteando hacia el centro del templo. Están en vitrinas y cubiertos con varias capas de ropa y ¡collares hechos con frutas!

Huele muy rico, porque el suelo está cubierto de ramitas de pino. La gente se sienta a hacer oraciones, y pega las velas en el suelo y en las mesas que están junto a las vitrinas de los santos. Eso sí, las paredes y el techo están muy sucios debido al humo de las velas y veladoras. La típica escena está formada por una familia que se sienta a hacer oración, a tomar "pox" (se pronuncia "posh") y a sacrificar algún animal. Todo eso lo vi de cerca, incluso cuando mataron a una gallina a unos pasos de donde yo estaba :S De verdad da miedo sacar la cámara para robarse la foto, pero el lugar es memorable... único.

Todo es tan extraño. Al entrar al pueblo, sorprende ver una embotelladora de Coca-Cola. ¡Sí, una embotelladora! Después nos explicó el guía que esa comunidad toma mucho refresco pues una de las creencias consiste en que, al eructar, se liberan los malos espíritus del cuerpo, de modo que la Coca (y otras refresqueras) hace su agosto durante todo el año. El asunto de las fotos tiene que ver con la creencia de que al tomarles una, les roban el alma.

Ahí no gobierna la Iglesia Católica, aunque concuerden algunas creencias (el guía nos dijo que se les dice "católicos tradicionalistas mayas"). Ahí no gobierna un mexicano con carrera política, los gobierna uno de los mismos indígenas chamulas de la comunidad, con sus propias leyes. Insisto: ese lugar es único.

Decía yo que estaba acomodando mis fotos, y ahí estaba ésa. Una foto que algún valiente tomó (seguramente) sin permiso dentro del templo. Una foto prohibida, una foto robada que yo encontré en Internet y, a su vez, robé para imprimirla...

viernes, 7 de marzo de 2008

Eclipse molar

Siempre me ha parecido curioso que haya gente que piense en las cosas extrañas que pueden pasarnos durante un eclipse. Por ejemplo, recuerdo que en aquel eclipse solar de 1991 (creo), mi abuelita pidió que le pusieran moños rojos al árbol de limón, quesque para que no se eclipsara. Afortunadamente se los pusieron y el árbol sigue dando limones. Otro ejemplo: unos días antes del eclipse de luna que ocurrió hace unos días, en Febrero, una compañera comentó que, cuando su sobrina estaba embarazada, el bebé estuvo muy inquieto durante un eclipse de luna... Coincidencia, dije yo.

Pues para el eclipse del mes pasado me pasó también una "coincidencia". Un día antes, me estuvieron doliendo las encías. Específicamente las encías del lado izquierdo, donde el dentista me arregló tres muelas el año pasado. Primero sentí "ansías" (por no decir que sentí "ñáñaras", porque no era dolor, sino una sensación extraña). En ratos era la encía de arriba, en ratos la de abajo, en ratos las dos. Siempre del mismo lado izquierdo. Y tenía hartas ganas de restregarme un hilo dental. Ya en la noche, esa sensación extraña se convirtió en dolor.

Cabe mencionar que, desde que me arregló las muelas el dentista, me quedaron muy sensibles a los alimentos fríos.

Al día siguiente (el día del eclipse) amanecí bien pero en el transcurso de la mañana empezó a dolerme. En la tarde, el dolor decidió concentrarse en una sola muela, precisamente en una de las que me había arreglado el dentista.

Pasó el eclipse y, al día siguiente, el dolor continuaba en la misma muela. Invertí mucho tiempo en comer ese día. En la tarde fui a ver al dentista. ¡Y estaba cerrado! Cosa extraña, porque ese señor trabaja demasiado. A veces, a las 10 de la noche todavía tiene prendida la luz, en señal de que está atendiendo a algún paciente. Decidí aguantarme el dolor y esperar al día siguiente para ir con él, esperando que no anduviera de vacaciones.

Amanecí sin dolor. Así como aparecieron las molestias, así se fueron: sin motivos. Eso no es lo más increíble. Lo mejor fue que las tres muelas que me habían quedado tan sensibles, ya no lo están. Todo volvió a la normalidad. No lo puedo creer y menos aún al pensar que lo único que ocurrió en esos días fue un eclipse... eclipse que, según yo, no influye en nuestras vidas.